domingo, 6 de febrero de 2011

Primera fecha (14/12/2010)


Iniciamos nuestro primer taller con una breve introducción para presentarnos y dar la bienvenida a los participantes. Todos llegamos con grandes y diversas expectativas, preguntándonos cómo podríamos contribuir para hacer del taller una experiencia más enriquecedora. Dejamos establecido que el carácter de nuestros encuentros sería dialógico y comunitario, valorando lo que cada uno pueda aportar a una apreciación más profunda de los textos que analizaremos cada quincena. También resaltamos la importancia de participar, ya sea leyendo, narrando, recitando o comentando. Por ello, nuestro primer objetivo a largo plazo será que cada participante vaya encontrándose con su voz, desarrollando su potencial expresivo mediante la lectura, la narración oral y el debate.



Antes de empezar propiamente con el taller, era necesario reflexionar un instante acerca de aquello que nos congregaba. Sin embargo, preguntarnos qué es la literatura o por qué hablamos de literaturas en plural nos habría llevado a una infructuosa, acalorada e inacabable discusión. Por ello, nos limitamos a leer un brevísimo ensayo, escrito por Han Yu (China, 768–824 d.C.) y traducido por Octavio Paz, el cual reproducimos a continuación.


“Todo resuena, apenas se rompe el equilibrio de las cosas. Los árboles y las yerbas son silenciosas; el viento las agita y resuenan. El agua está callada: el aire la mueve, y resuena; las olas mugen: algo las oprime; la cascada se precipita: le falta suelo; el lago hierve: algo lo calienta. Son mudos los metales y las piedras, pero si algo los golpea, resuenan. Así el hombre.


Si habla, es que no puede contenerse; si se emociona, canta; si sufre, se lamenta. Todo lo que sale de su boca en forma de sonido se debe a una ruptura de su equilibrio.


La música nos sirve para desplegar los sentimientos comprimidos en nuestro fuero interno.


Escogemos los materiales que más fácilmente resuenan y con ellos fabricamos instrumentos sonoros: metal y piedra, bambú y seda, calabazas y arcilla, piel y madera.


El cielo no procede de otro modo. También él escoge aquello que más fácilmente resuena: los pájaros en la primavera; el trueno en verano; los insectos en otoño; el viento en invierno. Una tras otra, las cuatro estaciones se persiguen en una cacería que no tiene fin. Y su continuo transcurrir, ¿no es también una prueba de que el equilibrio cósmico se ha roto?


Lo mismo sucede entre los hombres; el más perfecto de los sonidos humanos es la palabra; la literatura, a su vez, es la forma más perfecta de la palabra.


Y así, cuando el equilibrio se rompe, el cielo escoge entre los hombres a aquellos que son más sensibles, y los hace resonar.”



(Tomado de Paz, Octavio. Chuang-Tzu. Siruela, Madrid, 1997. Versión en línea aquí.)


***


Luego de comentar este ensayo breve nos dedicamos a leer y analizar los textos elegidos para esa oportunidad, los cuales consistían en una selección de narraciones tomadas de dos importantes recopilaciones de la tradición oral andina.


1 )“Mitos, leyendas y cuentos peruanos”, edición de José María Arguedas y Francisco Izquierdo Ríos.


Esta obra consiste en una antología de narraciones orales recogidas por alumnos y profesores de colegios de la costa, sierra y selva del Perú. Se trata, en su mayoría, de fuentes secundarias, ya que los alumnos y profesores recogieron la tradición oral de sus lugares de origen, escribiendo los relatos intentando ser fieles a las versiones orales que escucharon. El libro, publicado originalmente en 1947, puede ser encontrado en una hermosa y reciente edición de Siruela (Madrid, 2009). A continuación reproducimos un fragmento del prólogo y cuatro narraciones.


Prólogo (fragmento)


"Ha sido posible editar, de esta suerte, un libro de procedencia escolar que podrá convertirse en un buen instrumento para la educación, pues aparte de servir como medio de enseñanza de la lectura, puede emplearse para despertrar entre los estudiantes elevadas inquietudes, pudiéndose aprovechar también su contenido como tema de análisis y como auxiliar en los cursos de Geografía, Historia, Psicología y Castellano.


Por otro lado, los mitos, leyendas y cuentos que aparecen en este volumen llevarán, a quienes lo necesitan, el conocimiento directo y animado del espíritu popular peruano, extraordinario en la riqueza de su imaginación y de su capacidad creadora, pues está viviendo un período de intensa y profunda lucha interior; y cada fase, cada grado y momento de esa lucha tiene su versión artística asimismo cambiante e intensa, pues el pueblo agrega, quita o cambia elementos de las antiguas formas y crea otras nuevas.


Y en un país de tan vasta, tan compleja y maravillosa tradición, es incompleta la cultura de quienes desconocen esta fuente.


José María Arguedas."



La aparición de los seres humanos sobre la Tierra (Junín)


En tiempos remotos, el actual valle de Jauja o del Mantaro estaba cubierto por las aguas de un gran lago en cuyo centro sobresalía un peñón llamado Wanka, sitio de reposo del Amaru, monstruo horrible con cabeza de llama, dos pequeñas alas y cuerpo de batracio que terminaba en una gran cola de serpiente. Más tarde, el Tulunmaya (Arco Iris) engendró en el lago otro Amaru para compañero del primero y de color más oscuro, este último nunca llegó a alcanzar el tamaño del primero que por su madurez había adquirido un color blanquizco. Los dos monstruos se disputaban la primacía sobre el lago, cuyo peñón, aunque de grandes dimensiones, no alcanzaba ya a dar cabida para su reposo a los dos juntos. En estas frecuentes luchas, por cuya violencia se elevaban a grandes alturas en el espacio sobre trombas de agua, agitando el lago, el Amaru grande perdió un gran pedazo de su cola al atacar furioso al menor.


Irritado el dios Tikse descargó sobre ellos una tempestad, cuyos rayos mataron a ambos, que cayeron deshechos con diluvial lluvia sobre el ya agitado lago, aumentando su volumen hasta romper sus bordes y vaciarse por el sur.


Cuando así húbose formado el valle, salieron lanzados del Warina o Wari-puquio (que proviene de las palabras: wari, escondrijo no profanado que guarda alguna cosa o ser sagrado; y puquio: manantial) los dos primeros seres humanos llamados Mama y Taita, que hasta entonces habían permanecido por mucho tiempo bajo tierra por temor a los Amarus.


Los descendientes de esta pareja construyeron, más tarde, el Templo de Wariwillka, cuyas ruinas existen todavía.


Hoy, es creencia general entre los wankas, que el Amaru es la serpiente que, escondida en alguna cueva, ha crecido hasta hacerse inmensa, y aprovechando los vientos que se forman durante las tempestades intenta escalar al cielo, pero es destrozado por los rayos entre las nubes; y según sea blanca o negra la figura del Amaru en el cielo presagia buen o mal año.


Ayahuarco (Ayacucho)


En el camino de Ayacucho a Huanta, junto a Huamanguilla, hay un lugar que tiene dos cerros inmensos; en medio de esos cerros se ve un abismo, que solamente contemplarlo causa un miedo horrible.


Este lugar se llama Ayahuarco, que en castellano significa «lugar donde se cuelgan los muertos». Hay una leyenda acerca de ese sitio, y dice así: que en tiempos remotos iban dos viajeros que llevaban dinero; uno de ellos, que era ambicioso, por quedarse con el dinero, en el momento en que pasaban por este sitio, en un descuido empujó a su compañero al abismo, pero apenas había andado unas cuantas leguas murió misteriosamente. Dicen que todas las noches, las gentes que viven en las alturas, ven en Ayahuarco un hombre colgado de una inmensa cadena que sale de ambos cerros; el hombre se lamenta toda la noche y al amanecer desaparece. Dicen que ese hombre es aquel que empujó al otro, y que está condenado, y que los diablos lo cuelgan todas las noches.


Cachihuañusca (Loreto)


A las orillas del río Huallaga, abajo del fundo Santa Rosa, hay una colina. Cuentan los moradores de esa zona que todas las alturas que existen allí eran cerros de sal piedra, de donde extraían dicho producto para su consumo.


Vivía en esa zona un brujo temible llamado Camahuari. Una epidemia de viruela asomó por primera vez al lugar, y lo asoló. Los pocos habitantes que quedaron tribuyeron al brujo Camahuari esa enfermedad y juraron vengarse matándolo. Capturaron al brujo y le sometieron a toda clase de tormentos y ya por agonizar el brujo les lanzó esta maldición: «Cunanmanta pacha manan tiapushunquichu cachita» (Desde hoy no tendréis jamás sal), y expiró.


Días después, cuando les faltó este artículo, fueron por él y encontraron los cerros de sal convertidos en cerros de yeso y exclamaron: «Cachitani huañushca» (La sal ha muerto). Y desde entonces esa colina de la orilla del río Huallaga se llama Cachihuañusca, sal muerta.

El caballito del diablo o chinchilejo (Loreto)


La libélula es un insecto llamado vulgarmente caballito del diablo; en esta región le llaman también chinchilejo. Vive junto a las lagunas, su vuelo es rápido y se alimenta de otros insectos y gusanos.


Refieren que un día, el menos pensado, apareció en un pueblo tranquilo de la Selva, un joven alto, delgado, con un vestido de color rojo oscuro y muy charlatán.


Cuando le preguntaron de dónde había venido, a unos les decía que salió de la copa de una lupuna y a otros, de las raíces de un renaco y que por consiguiente era pariente del diablo y que cuando era pequeño sólo le habían alimentado con espárragos, por lo que era flaco, y que había venido al pueblo a implantar una fábrica de sogas y palos de escoba.


Todo esto contestaba en son de mofa.


Su ocupación no era más que andar de casa en casa, engañando a la gente e intrigando a unos y a otros con noticias a las que ponía pies y manos a su antojo, de tal manera que, en poco tiempo, el tranquilo pueblo se convirtió en un infierno, donde imperaban el chisme y la calumnia.


Convencidos los moradores que todo aquello era debido a la incorregible lengua del forastero, resolvieron aplicarle un severo castigo, para lo cual se valieron de tres brujos, quienes después de una serie de oraciones y varios icaros le convidaron un liquido color chocolate y le convirtieron en un insecto al que le pusieron el nombre de chinchilejo.


Sin embargo, el joven charlatán, a pesar de haber sido convertido en chinchilejo, no se ha arrepentido del castigo, pues continúa dando noticias, pero ya no intrigantes, sino beneficiosas. Así por ejemplo: cuando entra a una casa, da vueltas en ella y luego sale, es signo segurísimo de que allí van a tener visita o van a recibir cartas, telegramas u otras buenas noticias.


***

2) “Dioses y Hombres de Huarochirí”, traducción del Manuscrito de Huarochirí realizada por José María Arguedas.


Luego de leer y comentar algunos relatos de la tradición oral popular, nos dedicamos a la lectura de los dos primeros capítulos del Manuscrito de Huarochirí, texto quechua recogido a fines del s. XVI por el sacerdote cuzqueño Francisco de Avila en el contexto de la campaña de "extirpación de idolatrías" emprendida por la iglesia católica. José María Arguedas publicó su traducción del manuscrito en 1966, bajo el título de "Dioses y Hombres de Huarichirí". Actualmente podemos encontrar una reciente edición de la traducción de Arguedas publicada por la Universidad Antonio Ruiz de Montoya en el 2007. A continuación reproducimos los dos primeros capítulos.


CAPITULO I


«Cómo fue antiguamente los ídolos y como guerreó entre ellos y cómo había en aquel tiempo los naturales»


En tiempos muy antiguos existió un huaca llamado Yanamca Tutañamca. Después de estos huacas, hubo otro huaca de nombre Huallallo Carhuincho. Este huaca venció. Cuando ya tuvo poder, ordenó al hombre que sólo tuviera dos hijos. A uno de ellos lo devoraba, al otro, al que por amor escogieran sus padres, lo dejaba que viviera. Y desde entonces, cuando moría la gente, revivían a los cinco días, y del mismo modo, las sementeras maduraban a los cinco días de haber sido sembradas. Y estos pueblos, los pueblos de toda esta región, tenían muchos yuncas.[1] Por eso aumentaron tanto y, como se multiplicaron de ese modo, vivieron miserablemente, hasta en los precipicios y en las pequeñas explanadas de los precipicios hicieron chacras, escarbando y rompiendo el suelo. Ahora mismo aún se ven, en todas partes, las tierras que sembraron, ya pequeñas, ya grandes. Y en ese tiempo las aves eran muy hermosas, el huritu y el caqui, todo amarillo, o cada cual rojo, todos ellos.


Tiempo después, apareció otro huaca que llevaba el nombre de Pariacaca. Entonces, él, a los hombres de todas partes los arrojó. De esos hechos posteriores y del mismo Pariacaca vamos a hablar ahora. En aquel tiempo existió un huaca llamado Cuniraya, existió entonces. Pero no sabemos bien si Cuniraya fue antes o después de Pariacaca, o si ese Cuniraya existió al mismo tiempo o junto con Viracocha, el creador del hombres; porque la gente para adorar decía así: «Cuniraya Viracocha, hacedor del hombre, hacedor del mundo, tú tienes cuanto es posible tener, tuyas son las chacras, tuyo es el hombre: yo». Y cuando debían empezar algún trabajo difícil, a él adoraban, arrojando hojas de coca al suelo: «haz que recuerde esto, que lo adivine Cuniraya Viracocha» diciendo, y sin que pudieran ver a Viracocha, los muy antiguos le hablaban y adoraban. Y mucho más los maestros tejedores que tenían una labor tan difícil, adoraban y clamaban. Por esa razón hemos de escribir de las cosas que ocurrieron antes que él [Cuniraya] existiera, junto con los sucesos de Pariacaca.


CAPITULO II


«Cómo sucedió Cuniraya Viracocha en su tiempo y como Cahuillaca parió a su hijo y lo que pasó»


Vida de Cuniraya Viracocha


Este Cuniraya Viracocha, en los tiempos más antiguos, anduvo, vagó, tomando la apariencia de un hombre muy pobre; su yacolla [manto] y su cusma [túnica] hechas jirones. Algunos, que no lo conocían, murmuraban al verlo: «miserable piojoso» decían. Este hombre tenía poder sobre todos los pueblos. Con sólo hablar conseguía hacer concluir andenes bien acabados y sostenidos por muros. Y también enseñó a hacer los canales de riego arrojando [en el barro] la flor de una caña llamada pupuna; enseñó que los hicieran desde su salida [comienzo]. Y de ese modo, haciendo unas y otras cosas, anduvo, emperrando [humillando] a los huacas de algunos pueblos con su sabiduría.


Después se encontró con el zorrino. Y cuando le preguntó: «Hermano ¿adónde te encontraste con ella, con esa mujer?»; el zorrino le contestó: «Ya nunca la encontrarás; se ha ido demasiado lejos.» «Por haberme dado esa noticia, tú no podrás caminar durante el día, nunca, pues te odiarán los hombres; y así, odiado y apestando, sólo andarás de noche y en el desprecio padecerás», le dijo Cuniraya. Poco después se encontró con el puma. El puma le dijo a Cuniraya: «Ella va muy cerca, has de alcanzarla.» Cuniraya le contestó: «Tú has de ser muy amado; comerás las llamas de los hombres culpables. Y si te matan, los hombres se pondrán tu cabeza sobre su cabeza en las grandes fiestas, y te harán cantar; cada año degollarán una llama, te sacarán afuera y te harán cantar.» Luego se encontró con un zorro, y el zorro le dijo: «Ella ya está muy lejos; no la encontrarás.» Cuniraya le contestó: «A ti, aun cuando camines lejos de los hombres, que han de odiarte, te perseguirán; dirán: 'ese zorro infeliz', y no se conformarán con matarte; para su placer, pisarán tu cuero, lo maltratarán.»


Después, se encontró con un halcón; el halcón le dijo: «Ella va muy cerca, has de encontrarla» y Cuniraya le contestó: «Tú has de ser muy feliz; almorzarás picaflores y luego comerás pájaros de todas clases. Y si mueres, o alguien te mata, con una llama te ofrendarán los hombres; y cuando canten y bailen, te pondrán sobre su cabeza, y allí, hermosamente, estarás.»

En seguida se encontró con un lorito; y el lorito le dijo: «Ella ya venció una gran distancia; no la encontrarás.» Cuniraya le contestó: «Tú caminarás gritando siempre demasiado; cuando digas: 'destruiré tus alimentos', los hombres, que han de odiarte, te descubrirán por los gritos y te espantarán; vivirás padeciendo.»


Y así, a cualquiera que le daba buenas noticias, Cuniraya le confería dones, y seguía caminando, y si alguien le desalentaba con malas noticias, lo maldecía, y continuaba andando. (Así, llegó hasta la orilla del mar. Apenas hubo llegado al mar, entró al agua, y la hizo hinchar, aumentar. Y de ese suceso los hombres actuales dicen que lo convirtió en castilla; «el antiguo mundo también a otro mundo va» dicen).


Y volvió hacia Pachacamac, y allí entonces, llegó hasta donde vivían dos hijas jóvenes de Pachacamac. Las jóvenes estaban guardadas por una serpiente. Poco antes de que llegara Cuniraya, la madre de las dos jóvenes fue a visitar a Cavillaca en el fondo del mar en que ella se arrojó; el nombre de esa mujer era Urpayhuachac. Cuando la mujer salió de visita, este Cuniraya Viracocha hizo dormir a la mayor de las muchachas, y como pretendió él dormir con la otra hermana, ella se convirtió en paloma y se echó a volar. Y por eso, a la madre, la llamaron: «la que pare palomas».


En aquel tiempo, dicen, no existía ni un solo pez en el mar. Unicamente la mujer a quien llamaban «la que pare palomas» criaba [peces] en un pequeño pozo que tenía en su casa. Y el tal Cuniraya, muy enojado: «¿Por qué esta mujer visita a Cavillaca en el fondo del agua?», diciendo, arrojó todas las pertenencias de Urpayhuachac al gran mar. Y sólo desde entonces, en el lago grande, se criaron y aumentaron mucho los peces. Entonces ése, al que nombraban Cuniraya, anduvo por la orilla del gran lago; y la mujer Urpayhuachac, a quien le dijeron cómo sus hijas habían dormido, enfurecida persiguió a Cuniraya. Y cuando venia persiguiéndolo y llamándolo, «¡Oh!» diciendo, se detuvo. Entonces le habló [ella]: «Unicamente voy a despiojarte.» Y empezó a despiojarlo. Y cuando ya estuvo despiojado, ella, en ese mismo sitio, hizo elevarse un gran precipicio y pensó: «Voy a hacer caer allí a Cuniraya.» Pero en su sabiduría, sospechó la intención de la mujer. «Voy a orinar un poquito, hermana» diciendo, se fue, se vino hacia estos lugares y permaneció en ellos, en sus alrededores o cercanías, mucho tiempo, haciendo caer en el engaño a los hombres y a los pueblos.


Y así, en ese tiempo, había una huaca llamada Cavillaca. Era doncella, desde siempre. Y como era hermosa, los huacas, ya uno, ya otro, todos ellos: «voy a dormir con ella», diciendo, la requerían, la deseaban. Pero ninguno consiguió lo que pretendía. Después, sin haber permitido que ningún hombre cruzara las piernas con las de ella, cierto día se puso a tejer al pie de un árbol de lúcuma. En ese momento Cuniraya, como era sabio, se convirtió en pájaro y subió al árbol. Ya en la rama tomó un fruto, le echó su germen masculino e hizo caer el fruto delante de la mujer. Ella muy contenta, tragó el germen. Y de ese modo quedó preñada, sin haber tenido contacto con ningún hombre. A los nueve meses, como cualquier mujer, ella parió así doncella. Durante un año crió dándole sus pechos a la niña.[2] «¿Hija de quién será?», se preguntaba. Y cuando la hija cumplió el año justo y ya gateaba de cuatro pies, la madre hizo llamar a los huacas de todas partes. Quería que reconocieran a su hija. Los huacas, al oír la noticia, se vistieron con sus mejores trajes. «A mí ha de quererme, a mí ha de quererme», diciendo, acudieron al llamado de Cavillaca.


La reunión se hizo en Anchicocha donde la mujer vivía. Y allí, cuando ya los huacas sagrados de todas partes estaban sentados, allí la mujer les dijo: «Ved hombres, poderosos jefes, reconoced a esta criatura. ¿Cuál de vosotros me fecundó con su germen?» Y preguntó a cada uno de ellos, a solas: «Fuiste tú? ¿Fuiste tú?», les iba diciendo. Y ninguno de ellos contestó: «Es mío.» Y entonces, como Cuniraya Viracocha, del que hemos hablado, sentado humildemente, aparecía como un hombre muy pobre, la mujer no le preguntó a él. "No puede ser hijo de un miserable», diciendo, asqueada de ese hombre harapiento, no le preguntó; porque este Cuniraya estaba rodeado de hombres hermosamente vestidos. Y como nadie afirmara: «Es mi hijo» ella le habló a la niña: «Anda tú misma y reconoce a tu padre» y a los huacas les dijo: «Si alguno de vosotros es el padre, ella misma tratará de subir a los brazos de quien sea el padre.» Entonces, la criatura empezó a caminar a cuatro pies hasta el sitio en que se encontraba el hombre haraposo. En el trayecto no pretendió subir al cuerpo de ninguno de los presentes; pero apenas llegó ante el pobre, muy contenta y al instante, se abrazó de sus piernas. Cuando la madre vio esto, se enfureció mucho: «¡Qué asco! ¿Es que yo pude parir el hijo de un hombre tan miserable?», exclamando, alzó a su hija y corrió en dirección del mar. Viendo esto: «Ahora mismo me ha de amar», dijo Cuniraya Viracocha y, vistiéndose con su traje de oro, espantó a todos los huacas; y como estaban así, tan espantados, los empezó a arrear, y dijo: «Hermana Cavillaca, mira a este lado y contémplame; ahora estoy muy hermoso.» Y haciendo relampaguear su traje, se cuadró muy enhiesto. Pero ella ni siquiera volvió los ojos hacia el sitio en que estaba Cuniraya; siguió huyendo hacia el mar. «Por haber parido el hijo inmundo de un hombre despreciable, voy a desaparecer», dijo, y diciendo, se arrojó al agua. Y allí hasta ahora, en ese profundo mar de Pachacamac se ven muy claro dos piedras en forma de gente que allí viven. Apenas cayeron al agua, ambas [madre e hija] se convirtieron en piedra.


Entonces, este Cuniraya Viracocha: «Mi hermana ha de verme, ha de aparecer» diciendo, llamándola y clamando, se alejó del sitio [Anchicocha]. Y se encontró con un cóndor antiguo. Le preguntó al cóndor: «Hermano: ¿dónde te encontraste con ella, con esa mujer?». «Muy cerca de aquí», le contestó el cóndor, «has de encontrarla». Y Cuniraya le dijo: «Tendrás larga vida. Cuando mueran los animales salvajes, ya sea huanaco o vicuña, o cualquier otro animal, tú comerás su carne. Y si alguien te matara, ése, quien sea, también morirá.» Así le dijo.



[1] Tierras yuncas o gente venida de la zona yunca.

[2] El sexo del hijo no aparece claramente determinado, unas líneas más adelante se dice que la convocatoria se hizo cuando «chay huarma», «ese niño», ya tenía un año y podía caminar gateando. El sustantivo huarma, como huahua, no señala el sexo.


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Bibliografía complementaria


Recomendamos consultar las siguientes publicaciones a quienes deseen más información sobre los textos que revisamos en esta primera fecha del taller:


- Ritos y tradiciones de Huarochirí manuscrito quechua de comienzos del siglo XVII. Versión paleográfica, interpretación fonológica y traducción al castellano, Gerald Taylor ; Estudio biográfico sobre Francisco de Avila / de Antonio Acosta. Instituto de Estudios Peruanos, Instituto Francés de Estudios Andinos, Lima, 1987.


Existe una versión (bilingüe) más reciente de la traducción de Taylor, publicada en el 2008 por el IEP y el IFEA. La edición de 1987 se encuentra agotada, pero puede ser consultada en la Bilbioteca Nacional.

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