sábado, 31 de diciembre de 2011

Despedida del año 2011

Despedimos este año tan especial con un mensaje de Manuelcha Prado:

"Queridos amigos y amigas:
Les entrego un fuerte abrazo emocionado en estos días de celebración y religiosidad.
En navidad no solo llueven alegrías, también llueven nostalgias y con ellas la esperanza de fortalecernos en la búsqueda de una vida más digna para nuestros niños, pequeños "Cristos andinos" que esta sociedad muchas veces posterga, por ellos seguiremos batallando.

Que tengan una hermosa navidad y exitoso año.
Con el mayor cariño,

Manuelcha"

(Dibujo por: Amaru Prado - Carboncillo/papel)

Queda agradecer al CECUMP por habilitar este cálido espacio dedicado a la difusión de nuestras culturas literarias y musicales. Como un recuento de un año muy productivo, ofrecemos dos videos con mucho sentimiento. El primero registra el discurso que ofreció el maestro Jorge Nuñez del Prado acerca del proyecto que representa el CECUMP. El segundo nos muestra al gran Ranulfo Fuentes interpretando el "Llaqta maqta", un baile campesino recopilado por nuestro querido maestro del Taller de Quechua del Centro Cultural.






Una reflexión acerca de nuestro taller de literaturas peruanas y universales


Luego de un año de emotivas reuniones del taller literario del CECUMP, creemos que es necesario emprender una breve reflexión crítica acerca de nuestros objetivos y metodología.

Desde un inicio nos propusimos un taller libre y abierto, donde pudiésemos acercarnos a textos provenientes de distintas tradiciones literarias. Con cada uno de los textos emprendemos primero el disfrute y luego el análisis. Cada obra es apreciada primero por sus valores estéticos, por las formas en que nos trasmite un orden de lo afectivo. Pero luego pasamos al análisis, la discusión y el debate, procurando rescatar el consenso entre los asistentes. En este sentido, no hay obras más "sencillas" o "difíciles" que otras, pues todas provienen de contextos de producción bastante diversos, los cuales necesitamos explorar para llegar a una mejor comprensión de sus significados. Es cierto que algunas obras tienen una densidad simbólica aparentemente más compleja, como en el caso de nuestro gran poeta César Vallejo. Pero aquella primera dificultad se supera una vez que nos adentramos en el universo del creador, en su tiempo histórico, sus ideas, sus inquietudes y pasiones. Es allí cuando el lenguaje más críptico empieza a resonar en nuestros corazones.

También puede resultar engañoso acercarse descuidadamente a obras que aparentan sencillez en el estilo y el lenguaje, como es el caso de algunos textos que provienen de nuestras literaturas ancestrales y populares. La interpretación de tales textos requiere también de un cuidadoso análisis. Muchos relatos de la tradición oral contemporánea recién empiezan a mostrar su riqueza y a cobrar sentido una vez que realizamos una lectura comparativa entre distintas variantes. Los mitos y leyendas del Manuscrito de Huarochirí pueden captar nuestro interés en una primera lectura, pero esconden tremendas dificultades, empezando por el hecho de que fueron transcritos en una variedad del quechua que se hablaba en la sierra de Lima hace más de cuatro siglos.

Las reuniones quincenales de nuestro taller nos han permitido hasta ahora recorrer la maravillosa complejidad y belleza de nuestras literaturas peruanas, permitiéndonos ver cómo ellas reflejan una sociedad peruana dinámica, en permanente conflicto, que todavía lucha por el respeto y la justicia para sus gentes. Como una herramienta más para entender el universo de contradicciones que encierra nuestro Perú, queremos compartir un texto que consideramos fundamental para emprender cualquier estudio serio de la(s) literatura(s) peruana(s). En ese ensayo, a través del concepto de totalidad contradictoria, el estupendo crítico literario Antonio Cornejo Polar compara las diversas lecturas que se han hecho a partir de la idea de una literatura nacional peruana. Para Cornejo Polar, los múltiples sistemas literarios que coexisten en nuestro país no lo hacen de manera aislada ni neutral, sino que interactúan de manera asimétrica, formando una totalidad contradictoria que evidencia las desigualdades y desencuentros que recorren a nuestra historia. Nosotros nos adscribimos a esta posición crítica, pero elegimos un título para nuestro taller que sugiere una mirada pluralista, al hablar de literaturas peruanas y universales. Elegimos este nombre porque apostamos por un taller que se aventure a los extramuros del canon literario y la ciudad letrada.

Que nuestro taller sirva entonces para mostrar la diversidad de nuestras literaturas peruanas, pero también para saber ubicarlas de manera crítica en esa gran totalidad contradictoria que conforman.

Puede leerse el citado texto de Antonio Cornejo Polar siguiendo el enlace a continuación.

sábado, 17 de diciembre de 2011

TL XX Primer año del Taller de Literaturas Peruanas del CECUMP


El martes 20 de diciembre del 2012, nuestro taller se reunió para despedir un año dedicado a la memoria de José María Arguedas. Tuvimos como primera actividad una proyección de videos experimentales basados en la poesía en quechua de José María Arguedas. Se trata del proyecto KATATAY, bajo la curadoría de la antropóloga visual Karen Bernedo. Esta iniciativa ha convocado a realizadores y artistas de distintas disciplinas, bajo la premisa de reinterpretar visualmente los textos arguedianos. KATATAY cuenta con videos realizados por Laura Batticani, Mauricio Delgado Castillo, Gabriela Flores, Karen Bernedo y Diego Fernández Stoll. A continuación presentamos algunos de los videos de la muestra.

"Cubapaq / A Cuba" Mauricio Delgado Castillo


"Katatay / Temblar" Laura Batticani


"Huk dukturkunaman qayay/ Llamado a algunos doctores" Diego Fernández Stoll


Luego de proyectar los videos tuvimos la oportunidad de conversar con la musicóloga y antropóloga María Rosa Salas acerca de la sensibilidad musical de José María Arguedas, quien le enseño a cantar un repertorio de huaynos indígenas. Estas enseñanzas han quedado registradas en una grabación histórica que se realizó en Chaclacayo el año 1969, unos días antes del suicidio del amauta. Nosotros escuchamos algunos fragmentos de esta grabación junto a María Rosa, y luego pudimos conversar con ella acerca de los muchos significados que tuvo la música andina en la vida y obra de José María Arguedas. La grabación puede escucharse siguiendo este enlace.

Para cerrar una noche tan especial, María Rosa nos regaló algunos temas acompañada de la guitarra de Manuelcha Prado.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Próximos talleres (fechas en diciembre 2011)


(La imagen del afiche proviene de un grabado del artista peruano José Sabogal)

El martes 6 de diciembre continuaremos la lectura de "La piedra cansada", una sorprendente obra dramática que César Vallejo escribió al estar próximo a su muerte. El texto puede leerse en línea (o descargarse) en la entrada anterior de esta bitácora.

El martes 20 despediremos un año dedicado a la memoria de nuestro gran Amauta José María Arguedas con la presentación de un innovador proyecto audiovisual. Proyectaremos una serie de videos experimentales en quechua basados en el poemario bilingüe "Katatay (Temblar)", publicado póstumamente por Sybila Arredondo de Arguedas en 1972. El proyecto "Katatay: Ensayos visuales basados en la poesía de José María Arguedas" fue convocado por la antropóloga visual y activista Karen Bernedo. Participan realizadores de distintas canteras artísticas e intelectuales. Uno de los videos cuenta con la locución del maestro Ranulfo Fuentes, destacado profesor del Taller de Kechua del Centro Cultural.


Además de la presentación de los videos, leeremos algunos textos del Amauta sobre artistas populares andinos y celebraremos el primer aniversario de nuestro Taller Literario con un marco musical.

El ingreso es libre. Los esperamos, como siempre, con el mayor cariño.

sábado, 17 de septiembre de 2011

Décimo séptima fecha (15/11/2011)


Este martes 15 de noviembre a las 7.00 pm regresa el taller literario del CECUMP. Trabajaremos con "La Piedra Cansada", obra dramática de César Vallejo. El texto completo de la obra puede encontrarse a continuación.
Cesar Vallejo - La Piedra Cansada

A continuación ofrecemos otros dos textos que hacen referencia al tema de la "piedra cansada". El primero es un fragmento de "Los comentarios reales de los Incas" (1609) del Inca Garcilazo de la Vega. El segundo es un poema tomado de las Baladas Peruanas (1935) de Manuel González Prada.

COMENTARIOS REALES DE LOS INCAS (Cap. XXIII)

TRES TORREONES, LOS MAESTROS MAYORES Y LA PIEDRA CANSADA

Pasadas aquellas tres cercas, hay una plaza larga y angosta, donde había tres torreones en triángulo prolongado conforme al sitio. Al principal dellos, que estaba en medio, llamaron Móyoc Marca, quiere decir fortaleza redonda, porque estaba hecha en redondo; en ella había una fuente de mucha y muy buena agua, traída de lejos por debajo de tierra. Los indios no saben decir de dónde, ni por dónde. Entre el Inca y los del supremo consejo andaba secreta la tradición de semejantes cosas. En aquel torreón se aposentaban los reyes cuando subían a la fortaleza a recrearse, donde todas las paredes estaban adornadas de oro y plata, con animales, y aves, y plantas, contrahechos al natural, y encajadas en ellas, que servían de tapicería. Había asimismo mucha vajilla, y todo el demás servicio que hemos dicho que tenían las casas reales.

El segundo torreón llamaron Páucar Marca, y al tercero Sácllac Marca; ambos eran cuadrados, tenían muchos aposentos para los soldados que había de guarda, los cuales se remudaban por su orden; habían de ser de los Incas del privilegio, que los de otras naciones no podían entrar en aquella fortaleza, porque era casa del Sol, de armas y de guerra, como lo era el templo de oración y sacrificios. Tenían su capitán general como alcalde; había de ser de la sangre real y de los legítimos, el cual tenía sus tenientes y ministros, para cada ministerio el suyo; para la milicia de los soldados; para la provisión de los bastimentos; para la limpieza y pulicía de las armas; para el vestido y calzado que había de depósito para la gente de guarnición que en la fortaleza había.

Debajo de los torreones había labrado debajo de tierra otro tanto como encima; pasaban las bóvedas de un torreón a otro, por las cuales se comunicaban los torreones también como por cima. En aquellos soterraños mostraron grande artificio; estaban labrados con tantas calles y callejas, que cruzaban de una parte a otra con vueltas y revueltas, y tantas puertas, unas en contra de otras, y todas de un tamaño, que a poco trecho que entraban en el laberinto perdían el tino y no acertaban a salir, y aun los muy pláticos no usaban entrar sin guía, la cual había de ser un ovillo de hilo grueso que al entrar dejaban atado a la puerta para salir guiándose por él. Bien muchacho, con otros de mi edad, subí muchas veces a la fortaleza, y con estar ya arruinado todo el edificio pulido, digo lo que estaba sobre la tierra, y aun mucho de los que estaba debajo, no osábamos entrar en algunos pedazos de aquellas bóvedas que habían quedado, sino hasta donde alcanzaba la luz del sol, por no perdernos dentro, según el miedo que los indios nos ponían.

No supieron hacer bóvedas de arco. Yendo labrando las paredes, dejaban para los soterraños unos canecillos de piedra, sobre los cuales echaban en lugar de vigas piedras largas, labradas a todas seis haces, muy ajustadas, que alcanzaban de una pared a otra. Todo aquel gran edificio de la fortaleza fue de cantería pulida y cantería tosca, ricamente labrada con mucho primor, donde mostraron los Incas lo que supieron y pudieron, con deseo que la obra se aventajase en artificio y grandeza a todas las demás que hasta allí habían hecho, para que fuese trofeo de sus trofeos, y así fue el último dellos porque pocos años después que se acabó entraron los españoles en aquel imperio, y atajaron otros tan grandes que se iban haciendo.

Entendieron cuatro maestros mayores en la fábrica de aquella fortaleza. El primero y principal a quien atribuyen la traza de la obra fue Huallpa Rimachi, Inca; y para decir que era el principal, le añadieron el nombre Apu, que es capitán o superior en cualquier ministerio; y así le llaman Apu Huallpa Rimachi; al que le sucedió le llaman Inca Maricanchi. El tercero fue Acahuana Inca; a éste atribuyen mucha parte de los grandes edificios de Tiahuanacu, de los cuales hemos dicho atrás. El cuarto y último de los maestros se llamó Calla Cunchuy. En tiempo de éste trujeron la piedra cansada, a la cual puso el maestro mayor su nombre, porque en ella se conservase su memoria, cuya grandeza, también como de las demás son iguales, e increíble. Holgara poner aquí la medida cierta del grueso y alto de ella; no he merecido haberla precisa; remítome a los que la han visto. Dicen los indios que del mucho trabajo que pasó por el camino hasta llegar allí se cansó y lloró sangre, y que no pudo llegar al edificio. La piedra no está labrada, sino tosca, como la arrancaron de donde estaba escuadrada. Mucha parte de ella está metida debajo de tierra que yo la dejé, porque imaginaron que debajo de ella había gran tesoro, y cavaron como pudieron para sacarlo; más antes que llegasen al tesoro imaginado, se les hundió aquella gran peña, y escondió la mayor parte de su grandor; y así lo más de ella está debajo de tierra. A una de sus esquinas altas tiene un agujero o dos, que, si no me acuerdo mal, pasan las esquinas de una parte a otra. Dicen los indios que aquellos agujeros son los ojos de la piedra por do lloró la sangre; del polvo que en los agujeros se recoge, y del agua que llueve y corre por la piedra abajo, se hace una mancha o señal algo bermeja, porque la tierra es bermeja en aquel sitio. Dicen los indios que aquella señal quedó de la sangre que derramó cuando lloró. Tanto como esto afirmaban esta fábula, y yo se la oí muchas veces.

La verdad historial, como la contaban los Incas amautas, que eran los sabios filósofos y doctores en toda cosa de su gentilidad, es que traían la piedra más de veinte mil indios, arrastrándola con grandes maromas. Iban con gran tiento; el camino por do la llevaban es áspero, con muchas cuestas agras que subir y bajar; la mitad de la gente tiraba de las maromas por delante; la otra mitad iba sosteniendo la peña con otras maromas que llevaban asidas atrás, porque no rodase por las cuestas abajo y fuese a para donde no pudiesen sacarla.

En una de aquellas cuestas (por descuido que hubo entre los que iban sosteniendo, que no tiraron todos a la par) venció el peso de la peña a la fuerza de los que la sostenían, y se soltó por la cuesta abajo, y mató tres o cuatro mil indios de los que la iban guiando; mas con toda esta desgracia, la subieron y pusieron en el llano donde ahora está. La sangre que derramó dicen que es la que lloró, porque la lloraron ellos y porque no llegó a ser puesta en el edificio. Decían que se cansó, y que no pudo llegar allá, porque ellos se cansaron de llevarla; de manera que lo que por ellos pasó atribuyen a la peña. De esta suerte tenían otras muchas fábulas, que enseñaban por tradición a sus hijos y descendientes, para que quedase memoria de los acaecimientos más notables que entre ellos pasaban.

Los españoles, como envidiosos de sus admirables victorias, debiendo sustentar aquella fortaleza, aunque fuera reparándola a su costa, para que por ellas vieran en siglos venideros cuán grandes habían sido las fuerzas y el ánimo de los que la ganaron, y fuera eterna memoria de sus hazañas, no solamente no la sustentaron, mas ellos propios la derribaron para edificar las casas particulares que hoy tienen en la ciudad de Cozco, que por ahorrar la costa y la tardanza y pesadumbre con que los indios labraban las piedras para los edificios, derribaron todo lo que de cantería pulida estaba edificado dentro de las cercas, que no hay casa en la ciudad que no haya sido labrada con aquella piedra, a lo menos las que han labrado los españoles.

Las piedras mayores, que servían de vigas en los soterraños, sacaron para umbrales y portadas, y las piedras menores, para los cimientos y paredes; y para las gradas de las escaleras buscaban las hiladas de piedra del altor que les convenía; y habiéndola hallado, derribaban todas las hiladas que había encima de la que habían menester, aunque fuesen diez o doce hiladas, o muchas más. De esta manera echaron por tierra aquella gran majestad, indigna de tal estrago, que eternamente hará lástima a los que la miraren con atención de lo que fue. Derribáronla con tanta priesa, que aun yo no alcancé de ella sino las pocas reliquias que he dicho. Las tres murallas de peñas dejé en pie, porque no las pueden derribar por la grandeza de ellas; y aun con todo eso, según me han dicho, han derribado parte dellas, buscando la cadena o maroma de oro que Huayna Cápac hizo, porque tuvieron conjeturas o rastros que la habían enterrado por allí.

Dio principio a la fábrica de aquella no bien encarecida y mal dibujada fortaleza, el buen rey Inca Yupanqui, décimo de los Incas, aunque otros quieren decir que fue su padre Pachacútec Inca; diciendo porque dejó la traza y el modelo hecho, y recogida grandísima cantidad de piedra y peñas, que no hubo otro material en aquella obra. Tardó en acabarse más de cincuenta años, hasta los tiempos de Huayna Cápac, y aun dicen los indios que no estaba acabada, porque la piedra cansada la habían traído para otra gran fábrica que pensaban hacer, la cual con otras muchas que por todo aquel imperio se hacían, atajaron las guerras civiles, que poco después entre los dos hermanos Huáscar Inca y Atahualpa se levantaron, en cuyo tiempo entraron los españoles que las atajaron y derribaron de el todo como hoy están.

(Versión digital de los "Comentarios Reales de los Incas")


LA PIEDRA CANSADA
(Manuel González Prada)
Dijo el Inca: -"Oh mis vasallos,
Volad a punas y valles,
Quiero moles de granito,
De granito colosales".

Se lanzan los fieles indios,
A centenas, a millares
Por laderas y por cumbres,
Por desiertos y arenales.

En cansados hombros cargan
El monolito gigante
Y vacilan, y flaquean,
Y desfallecen y caen.

El granito se desploma,
Y, a su golpe formidable,
Los tristes indios perecen
A centenas, a millares.

-"¡Al trabajo, perezosos!"
Grita el Curaca implacable;
Mas la piedra, fatigada,
Dice: -"¡Basta!" y llora sangre.
(Versión en línea de "Baladas Peruanas")

martes, 16 de agosto de 2011

Décimo sexta fecha (16/08/2011)



El siguiente cortometraje fue dirigido por Wilton Martínez. En él podemos escuchar una selección de fragmentos de la obra de Waman Puma de Ayala en la voz del escritor Fredy Roncalla. La música es del maestro Daniel Kirwayo.



La obra de Waman Puma puede ser consultada en "El sitio de Guamán Poma", un centro digital de investigación de la Biblioteca Real de Dinamarca, Copenhague. El sitio web ofrece un facsímil del manuscrito autógrafo, transcripción anotada, documentos y otros recursos digitales.

Recomendamos la lectura del artículo de Rolena Adorno, "La soledad común de Waman Puma de Ayala y José María Arguedas," Revista Iberoamericana 122 (1983): 143-148.
El archivo en formato PDF se puede descargar aquí.

La Biblioteca Ayacucho Digital nos ofrece una versión de la "Nueva corónica y buen gobierno" que puede servir como introducción a la obra de nuestro gran cronista indígena. La transcripción modernizada, a cargo de Flanklin Pease García, fue hecha a partir de la edición facsimilar de Paul Rivet financiada por el Instituto Etnológico de París en 1936. Además de un estudio preliminar, esta edición reproduce una gran cantidad de las ilustraciones del manuscrito original. Puede descargarse en formato PDF en los siguientes enlaces:
TOMO I
TOMO II


Décimo quinta fecha (12/07/2011)

Esta vez, nuestro taller le rindió un sentido homenaje a Pavel Bello, cantautor natural de Cerro de Pasco, caracterizado por su profundo amor a nuestra patria, preocupado constante de nuestra niñez desposeída. Pavel carga en su quipi, entre nostalgias y esperanzas, un trabajo musical de más de 25 años. En este tiempo, ha cosechado 2 magistrales producciones, "Ratón sin queso" y "Wiñay"; la primera junto a su hermano Miguel, con quien formó el dúo Greda (1988), y la segunda con guitarra en ristre y ya como solista (2003). Incansable caminante, radicó en Alemania durante 8 años, trabajando siempre en la búsqueda de un mundo cada vez más humano. Hoy lo tenemos de retorno en la santa tierra y en este homenaje queremos retribuirle nuestro "cariño de gorrión" y un "puñao de flores" que él supo cultivar a pesar de tiempo y distancia.

Homenaje a Pavel Bello

El Club de Guitarristas Aficionados del CECUMP interpreta junto a Sandra Abril "Hálito de la esperanza", de Pavel Bello.


Margot Palomino y Rolando Carrasco interpretan "Lucía" de Ranulfo Fuentes.


Margot Palomino
y Rolando Carrasco interpretan "Mujercita florecita" de Pavel Bello

Décimo cuarta fecha (28/06/2011)

Voy a hablar de la esperanza

Yo no sufro este dolor como César Vallejo. Yo no me duelo ahora como artista, como hombre ni como simple ser vivo siquiera. Yo no sufro este dolor como católico, como mahometano ni como ateo. Hoy sufro solamente. Si no me llamase César Vallejo, también sufriría este mismo dolor. Si no fuese artista, también lo sufriría. Si no fuese hombre ni ser vivo siquiera, también lo sufriría. Si no fuese católico, ateo ni mahometano, también lo sufriría. Hoy sufro desde más abajo. Hoy sufro solamente.

Me duelo ahora sin explicaciones. Mi dolor es tan hondo, que no tuvo ya causa ni carece de causa. ¿Qué sería su causa? ¿Dónde está aquello tan importante, que dejase de ser su causa? Nada es su causa; nada ha podido dejar de ser su causa. ¿A qué ha nacido este dolor, por sí mismo? Mi dolor es del viento del norte y del viento del sur, como esos huevos neutros que algunas aves raras ponen del viento. Si hubiera muerto mi novia, mi dolor sería igual. Si la vida fuese, en fin, de otro modo, mi dolor sería igual. Hoy sufro desde más arriba. Hoy sufro solamente.

Miro el dolor del hambriento y veo que su hambre anda tan lejos de mi sufrimiento, que de quedarme ayuno hasta morir, saldría siempre de mi tumba una brizna de yerba al menos. Lo mismo el enamorado. ¡Qué sangre la suya más engendrada, para la mía sin fuente ni consumo!

Yo creía hasta ahora que todas las cosas del universo eran, inevitablemente, padres o hijos. Pero he aquí que mi dolor de hoy no es padre ni es hijo. Le falta espalda para anochecer, tanto como le sobra pecho para amanecer y si lo pusiesen en la estancia oscura, no daría luz y si lo pusiesen en una estancia luminosa, no echaría sombra. Hoy sufro suceda lo que suceda. Hoy sufro solamente.

César Vallejo ("Poemas en prosa")


(Imagen: César Vallejo Mendoza retratado por el maestro Bruno Portuguéz)

martes, 14 de junio de 2011

Décimo tercera fecha (14/06/2011)

En esta reunión de nuestro taller exploramos algunas coincidencias entre la música y la poesía, acercándonos al género del yaraví desde la obra del arequipeño Mariano Melgar. Contamos con el valioso aporte de Judith Quinteros y Hans Romaní, investigadores de este género musical y literario, quienes nos ilustraron acerca de las características e historia del yaraví. También nos regalaron sus versiones de dos temas cuyo texto ha sido atribuido a Mariano Melgar, "Delirio" y "El imposible". En el siguiente video podemos verlos interpretar el yaraví "Delirio".



Delirio

(Yaraví de Mariano Melgar)

Dime mi bien hasta cuándo,
Ay! mi dueño,
He de tener que agotar
Mi sufrimiento,
Sin darme consuelo,
Sin darme esperanza,
Sin poder llamarte mía
En algún tiempo!.

Aún la nieve se deshace,
Ay! mi dueño,
Cuando el sol le comunica
Su calor lento,
De mi amor la llama
Ese vivo incendio,
¡Cómo abrasar no ha podido
Su helado pecho!.

Si una sola gota labra,
Ay! mi dueño,
A un pedernal, cuando cae
Siempre en su puesto,
Mi continuo llanto,
Ese llanto eterno,
¡Cómo labrar no ha podido
Tu duro pecho!.

Yo nunca te he sido infiel,
Ay! mi dueño,
Y no hallarás quién te quiera
Con tal extremo.
Siempre te he querido,
Nunca tuve premio,
Y recibí, por fineza,
Tu menosprecio.

***

Manuelcha Prado y Hans Romaní interpretaron el yaraví ayacuchano "Mis glorias".



***

A continuación ofrecemos algunos de los yaravíes compuestos por Mariano Melgar como aparecen publicados en el libro "Poesías de Mariano Melgar", editado con motivo del Primer Festival del Libro Arequipeño, en 1958.


Yaravíes (Mariano Melgar)

viernes, 10 de junio de 2011

Décimo segunda fecha (31/05/2011)


Celebramos esta reunión de nuestro taller rindiéndole homenaje al maestro Ranulfo Fuentes. El gran compositor, poeta y docente se encontraba en Lima dictando un curso de quechua en el Centro Cultural Manuelcha Prado. La producción literaria del maestro Ranulfo abarca distintos medios de expresión, entre los que se incluyen el cuento popular, la poesía y la música tradicional andina. El taller tuvo el honor de contar con la participación de este gran autor y compositor ayacuchano, quien interpretó algunas de sus obras acompañado por las guitarras de Manuelcha Prado, Hans Romaní y Juan Carlos Ticona.




Retablo de Edilberto Jiménez basado en el huayno "El hombre", de Ranulfo Fuentes

***

A continuación les ofrecemos por cortesía de Chalena Vásquez el libro "Ranulfo, El Hombre" completamente digitalizado en dos entregas.

Ranulfo, El Hombre (1ra parte)
Ranulfo, El Hombre (2da parte)

Décimo primera fecha (17/05/2011)

Me viene, hay días, una gana ubérrima...
César Vallejo

Me viene, hay días, una gana ubérrima, política,
de querer, de besar al cariño en sus dos rostros,
y me viene de lejos un querer
demostrativo, otro querer amar, de grado o fuerza,
al que me odia, al que rasga su papel, al muchachito,
a la que llora por el que lloraba,
al rey del vino, al esclavo del agua,
al que ocultóse en su ira,
al que suda, al que pasa, al que sacude su persona en mi alma.
Y quiero, por lo tanto, acomodarle
al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado;
su luz, al grande; su grandeza, al chico.
Quiero planchar directamente
un pañuelo al que no puede llorar
y, cuando estoy triste o me duele la dicha,
remendar a los niños y a los genios.

Quiero ayudar al bueno a ser su poquillo de malo
y me urge estar sentado a la diestra del zurdo, y responder al mudo,
tratando de serle útil
en todo lo que puedo y también quiero muchísimo
lavarle al cojo el pie,
y ayudarle a dormir al tuerto próximo.

¡Ah querer, éste, el mío, éste, el mundial,
interhumano y parroquial, provecto!
Me viene a pelo,
desde el cimiento, desde la ingle pública,
y, viniendo de lejos, da ganas de besarle
la bufanda al cantor,
y al que sufre, besarle en su sartén,
al sordo, en su rumor craneano, impávido;
al que me da lo que olvidé en mi seno,
en su Dante, en su Chaplin, en sus hombros.

Quiero, para terminar,
cuando estoy al borde célebre de la violencia
o lleno de pecho el corazón, querría
ayudar a reír al que sonríe,
ponerle un pajarillo al malvado en plena nuca,
cuidar a los enfermos enfadándolos,
comprarle al vendedor,
ayudarle a matar al matador —cosa terrible—
y quisiera yo ser bueno conmigo
en todo.


Poema en audio: Me viene, hay días, una gana ubérrima... de César Vallejo por César Calvo

jueves, 9 de junio de 2011

Décima fecha (19/04/11)



TELÚRICA Y MAGNÉTICA

¡Mecánica sincera y peruanísima
la del cerro colorado!
¡Suelo teórico y práctico!
¡Surcos inteligentes; ejemplo: el monolito y su cortejo!
¡Papales, cebadales, alfalfares, cosa buena!
¡Cultivos que integra una asombrosa jerarquía de útiles
y que integran con viento los mujidos,
las aguas con su sorda antigüedad!

¡Cuaternarios maíces, de opuestos natalicios,
los oigo por los pies cómo se alejan,
los huelo retomar cuando la tierra
tropieza con la técnica del cielo!
¡Molécula exabrupto! ¡Atomo terso!

¡Oh campos humanos!
¡Solar y nutricia ausencia de la mar,
y sentimiento oceánico de todo!
¡Oh climas encontrados dentro del oro, listos!
¡Oh campo intelectual de cordillera,
con religión, con campo, con patitos!
¡Paquidermos en prosa cuando pasan
y en verso cuando páranse!
¡Roedores que miran con sentimiento judicial en torno!
¡Oh patrióticos asnos de mi vida!
¡Vicuña, descendiente
nacional y graciosa de mi mono!
¡Oh luz que dista apenas un espejo de la sombra,
que es vida con el punto y, con la línea, polvo
y que por eso acato, subiendo por la idea a mi osamenta!

¡Siega en época del dilatado molle,
del farol que colgaron de la sien
y del que descolgaron de la barreta espléndida!
¡Angeles de corral,
aves por un descuido de la cresta!
¡Cuya o cuy para comerlos fritos
con el bravo rocoto de los temples!
(¿Cóndores? ¡Me friegan los cóndores!)
¡Leños cristianos en gracia
al tronco feliz y al tallo competente!
¡Familia de los líquenes,
especies en formación basáltica que yo
respeto
desde este modestísimo papel!
¡Cuatro operaciones, os sustraigo
para salvar al roble y hundirlo en buena ley!
¡Cuestas in infraganti!
¡Auquénidos llorosos, almas mías!
¡Sierra de mi Perú, Perú del mundo,
y Perú al pie del orbe; yo me adhiero!
¡Estrellas matutinas si os aromo
quemando hojas de coca en este cráneo,
y cenitales, si destapo,
de un solo sombrerazo, mis diez templos!
¡Brazo de siembra, bájate, y a pie!

¡Lluvia a base del mediodía,
bajo el techo de tejas donde muerde
la infatigable altura
y la tórtola corta en tres su trino!
¡Rotación de tardes modernas
y finas madrugadas arqueológicas!
¡Indio después del hombre y antes de él!
¡Lo entiendo todo en dos flautas
y me doy a entender en una quena!
¡Y lo demás, me las pelan!...



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domingo, 8 de mayo de 2011

Novena fecha (05/04/2011)


En esta oportunidad dedicamos nuestro taller al cuento "Al pie del acantilado" de Julio Ramón Ribeyro. Este relato fue escrito cuando el autor se encontraba en Huamanga en 1959 y apareció publicado junto a otros dos narraciones breves ("El Chaco" y "Fénix") en "Tres historias sublevantes" (1964). No reproducimos el cuento completo por razones de espacio, pero ofrecemos un breve texto de este genial narrador, escrito poco antes de su muerte en 1994 y publicado como introducción a la edición aumentada de "La palabra del mudo" (1994).

El cuento es un género literario que siempre me ha cautivado. Desde niño, para ser exacto. Nunca olvidaré la impresión que me causó la lectura de Garduño, de Anatole France, cuando tenía once o doce años: al llegar al final sentí una especie de sofocación o de vértigo por lo inesperado del desenlace. Más tarde otros cuentos me sedujeron, pero por razones diferentes: “Los ojos de Judas” de Valdelomar; por su tono nostálgico y melancólico; “La botija” de Pirandello por lo divertido de la situación, La carta robada de Poe, por lo ingenioso de su intriga, “Bola de sebo” de Maupassant, por la sublevante crueldad de la historia, “Matías de Eca” de Queiroz, por su delicada ironía, o “Una historia simple” de Flaubert, por la concisión de su estilo. Y más tarde aún, al leer cuentos de Kaflca, Joyce, James, Hemingway y Borges, por citar algunos autores, descubrí nuevas probabilidades y goces en el relato breve; la lógica del absurdo, la habilidad técnica, el arte de lo no dicho, la eficacia del diálogo, y la sapiencia y fantasía puestas al servicio de paradojas y parábolas intelectuales.

En tanto que cuentista, yo soy hechura de estas lecturas y de muchas otras que sería largo citar. Uno está nutrido de los autores que ama, de los que algo o mucho toma y aprende, pero sobre todo está nutrido de su propia experiencia. Y la mía, por tiempo, lugar y accidentes, es diferente a la de los autores que admiro, de modo que mal podría escribir como ellos. Mis cuentos, al menos así lo creo, son el espejo de mi propia vida, la de un escritor limeño de la segunda mitad de nuestro siglo, educado en un ambiente de la burguesía ilustrada, que vivió muchos años en Europa, que desempeño más por necesidad que por gusto diversos trabajos, que alternó periodos de disipación con periodos de reclusión y que retornó a su país cargado de recuerdos y vivencias, pero con muy pocas certezas y la sensación de haber perdido demasiado tiempo, salvo quizás el empleado en escribir algunos libros, particularmente de cuentos.

Cuentos, espejo de mi vida, pero también reflejo del mundo que me tocó vivir, en especial el de mi infancia y juventud, que intenté captar y representar en lo que a mi juicio, y de acuerdo a mi propia sensibilidad, lo merecía: oscuros habitantes limeños y sus ilusiones frustradas, escenas de la vida familiar, Mliraflores, el mar y los arenales, combates perdidos, militares, borrachines, escritores, hacendados, matones y maleantes, locos, putas, profesores, burócratas, Tarma y Huamanga, pero también Europa y mis pensiones y viajes y algunas historias salidas solamente de mi fantasía a eso se reducen mis cuentos, al menos por sus temas o personajes. Que ellos —mis cuentos- tan variados y dispares, fragmentos de mi vida y del mundo como lo vi, puedan sumados adquirir cierta unidad y proponer una visión orgánica, coherente, personal de la realidad, es algo que no podría afirmar. Y que tampoco me preocupa demasiado. Así como tampoco me preocupa que mis cuentos no reflejen las mutaciones sufridas por el Perú en los últimos veinte años. Escribir sobre lo actual, sobre lo inmediato, es importante pero no indispensable. Para ello hay además entre nosotros muchos jóvenes y excelentes cuentistas. Aunque es bueno recordarles, parafraseando a Borges, que la actualidad es a menudo anacrónica.

Para concluir este breve preámbulo diré que me hubiera gustado aprovechar la ocasión para desarrollar mi concepción del cuento o si se quiere mi poética del cuento, a la luz de mis cuarenta o más años de experiencia en este género. Pero me pareció ocioso o redundante, pues dicha poética se encuentra formulada implícitamente en mis relatos, al menos para el lector atento. Me limitaré en consecuencia a enumerar al azar algunos preceptos:

1.- El cuento debe contar una historia. No hay cuento sin historia. El cuento se ha hecho para que el lector a su vez pueda contarlo.

2.- La historia del cuento puede ser real o inventada. Si es real debe parecer inventada y si es inventada real.

3.- El cuento debe ser de preferencia breve, de modo que pueda leerse de un tirón.

4.- La historia contada por el cuento debe entretener; conmover, intrigar o sorprender; si todo ello junto mejor. Si no logra ninguno de estos efectos no existe como cuento.

5.- El estilo del cuento debe ser directo, sencillo, sin ornamentos ni digresiones. Dejemos eso para la poesía o la novela.

6.- El cuento debe solo mostrar, no enseñar. De otro modo sería una moraleja.

7.- El cuento admite todas las técnicas: diálogo, monólogo, narración pura y simple, epístola, informe, collage de textos ajenos, etc., siempre y cuando la historia no se diluya y pueda el lector reducirla a su expresión oral.

8.- El cuento debe partir de situaciones en las que el o los personajes viven un conflicto que los obliga a tomar una decisión que pone en juego su destino.

9.- En el cuento no deben haber tiempos muertos ni sobrar nada. Cada palabra es absolutamente imprescindible.

10.- El cuento debe conducir necesaria, inexorablemente a un solo desenlace, por sorpresivo que sea. Si el lector no acepta el desenlace es que el cuento ha fallado.

La observación de este decálogo, como es de suponer; no garantiza la escritura de un buen cuento. Lo más aconsejable es transgredirlo regularmente, como yo mismo lo he hecho. O aún algo mejor: inventar un nuevo decálogo.


Julio Ramón Ribeyro
Barranco, 1994


jueves, 5 de mayo de 2011

Octava fecha (22/03/2011)

La octava fecha de nuestro taller tuvo como protagonista a César Abraham Vallejo Mendoza. Escogimos un texto fascinante, aunque poco difundido, de su obra narrativa. Se trata de “Los caynas”, un relato que nos acerca al pensamiento vallejiano desde los conceptos de humanidad, razón y civilización, los cuales son hábilmente subvertidos por este gran narrador y poeta. Es también un cuento que deja entrever la relación de Vallejo con su terruño. El pueblo de Cayna bien podría ser Santiago de Chuco.



El año 1920 Vallejo tiene en mente viajar a París, pero antes de enrumbar hacia Europa, decide visitar Santiago de Chuco para despedirse de su padre y hermanos. Su visita coincide con las celebraciones por la fiesta de Santiago Apóstol, entre el 13 de julio y el 2 de agosto. El domingo primero de agosto, en pleno jolgorio patronal, ocurre un amotinamiento por parte de los gendarmes del Subprefecto Meza, debido a un retraso en el pago de sus sueldos. El enfrentamiento con la población civil deja un muerto y Vallejo se mantiene al lado del alcalde y del subprefecto, intentando calmar a la población. En medio de la revuelta, ocurre el incendio de la tienda del anterior subprefecto, Carlos Santa María, quien acaba denunciando al poeta y a sus hermanos Manuel y Víctor, junto a 16 personas más, en un claro afán de venganza política.


El tribunal de Trujillo ordena su captura el 31 de agosto, por lo que Vallejo se ve obligado a ocultarse en la casa de Antenor Orrego en Mansiche. La noche del 6 de noviembre, al visitar a su abogado para coordinar su defensa, César Vallejo es capturado. Su encierro en la cárcel de Trujillo durará 112 días y marcará definitivamente sus posteriores inquietudes literarias y existenciales:


“A veces me falta paciencia y se me oscurece todo; muy pocas veces estoy bien. Llevo ya cerca de cuatro meses en la prisión; y han de flaquear ya mis más duras fortalezas...

En mi celda leo de cuando en cuando; muy de breve en breve cavilo y me muerdo los codos de rabia, no precisamente por aquello del honor, sino por la privación material, completamente material de mi libertad animal.”

(Carta a Oscar Imaña, desde prisión, 21 de febrero de 1921)


El 26 de febrero de 1921, César Vallejo concluye su encierro, pero tan solo bajo libertad condicional, ya que el proceso no prescribirá hasta 1928. Sin embargo, el período posterior a su reclusión será uno de los más productivos en la obra del poeta, quien se dedicará no solo a componer los versos que publicará en su poemario “Trilce”, sino también a escribir cuentos como “Más allá de la vida y la muerte” y “Los caynas”. Con este último relato se presenta a un concurso organizado por la sociedad cultural “Entre Nous” en octubre de 1921, utilizando el seudónimo “Del Ande”. El diario la “La Crónica” publica los resultados el 22 de mayo de 1922: Vallejo es el ganador en la categoría de “cuento fantástico”, y obtiene el premio gracias al cual puede publicar el poemario “Trilce” y la colección de relatos “Escalas (melografiadas por César Vallejo)”.


Podemos encontrar esa última publicación (“Escalas”), junto con otros cuentos y novelas de César Vallejo, en el siguiente enlace:

http://www.scribd.com/doc/13483431/Cesar-Vallejo-Novelas-y-Cuentos


También recomendamos leer el texto de Franz Kafka “Informe para una academia”, escrito y publicado en 1917. Este otro cuento fantástico, debido a su temática, merece una lectura comparativa junto al relato de Vallejo:

http://www.ordiziagune.net/jeitsi/inklusiba/Informe%20para%20una%20Academia%20%28Franz%20Kafka%29.pdf


Finalmente, recomendamos la siguiente bibliografía especializada para quienes quieran ahondar en la magnífica prosa de César Vallejo:


FERNANDEZ, Carlos y GIANUZZI, Valentino. “CÉSAR VALLEJO: NUEVOS TEXTOS (PARTE II)” En: Boletín del Instituto de Estudios. Vallejianos, filial Londres 13 (octubre 2008)

www.ucl.ac.uk/spanish-latinamerican/CCVS/Boletin13


GUTIERREZ, Rafael. “LA OBRA NARRATIVA DE CÉSAR VALLEJO” En: Anales de literatura hispanoamericana, No. 28, p. 713 – 730. (1999)

http://revistas.ucm.es/fll/02104547/articulos/ALHI9999120713A.PDF


OLASCOAGA, Fernando. “EL MUNDO ANDINO EN LA OBRA DE CÉSAR VALLEJO” (Tesis Ph.D.) Texas Tech University (agosto 2009)

http://etd.lib.ttu.edu/theses/available/etd-06022009-135732/unrestricted/Olascoaga_Jose_Diss.pdf

miércoles, 9 de marzo de 2011

Séptima fecha (08/03/2011)


Llegamos a la séptima fecha del taller con la idea de ampliar nuestra mirada hacia la obra de José María Arguedas. Si bien empezamos nuestras actividades leyendo fragmentos del extenso corpus de textos escritos, recopilados o traducidos por el amauta, ahora nos aventuramos hacia otros campos del pensamiento arguediano. Con ese espíritu es que decidimos abordar en esta oportunidad algunas variantes del cuento del Hijo del Oso, un personaje que aparece como protagonista de un gran número de relatos de la tradición oral quechua. Podemos encontrar un interesante artículo (en quechua) así como un ensayo (en español) sobre el Ukuku en el blog de Runasiminet, un portal universitario (PUCP) donde se pueden seguir lecciones de quechua en línea.

Antes de empezar la lectura de los cuentos, hacía falta realizar un par de aclaraciones respecto a los textos. La primera es que contábamos con la traducción al castellano de relatos recogidos en quechua, y la segunda es que los textos fueron recopilados en su forma oral. Por lo tanto, debemos tener en cuenta que estas narraciones que llegan a nuestras manos ya han pasado por lo menos ante dos procesos de interpretación: uno de transcripción y otro de traducción. Con esto en mente, leímos los cuentos prestando atención a aquellos rasgos de oralidad que se lograron conservar en el texto escrito.

A continuación copiamos la traducción en castellano de los tres cuentos. Las referencias bibliográficas se encuentran al final. También se puede acceder a la edición bilingüe (transcripción quechua y traducción castellana) mediante los siguientes enlaces:

Sipasmantawan ukukumantawan (El oso y la chica)
Ukuku uñamanta (El hijo del oso)
Jwan Puma (Juan Oso)

***

El oso y la chica[i]


Toribio Quispe Puma, comunidad de Sequeraccay (Calca, Cuzco)


Una vez estaba una chiquilla pastando ovejas en el campo. Por allí pasó un oso que se le acercó y empezó a conversar. Cada día se acostumbró a pasar y todas las veces le hablaba convenciéndola, seduciéndola.

El oso señalaba hacia donde vivía:

-Allá es mi casa -decía- Vamos a mi casa. ¿Acaso vas a ir caminado? Te voy a cargar. En mi casa vas a comer ¡pura carne! ya no vas a caminar pastando ovejas.

Tanto habló que logró engañarla y finalmente la muchacha le creyó. Entonces, la joven, convencida, se dejó cargar y el oso la trasladó hasta el barranco donde habitaba.

Ahí la fue criando. Cada día trajo carne. ¡Únicamente carne! ¡Mucha carne! La chica sólo comía carne de res.

Llegó un momento en que ella quedó embarazada y al tiempo tuvo un hijo. Y fue varón, el osito.

El padre continuó saliendo todos los días y trayendo carne. Contento, observando al niño, comentaba:

-Ya está creciendo el pequeño. Está creciendo rápidamente porque sólo come carne.

Pasó el tiempo. Una vez quedaron solos la madre y el osito por un largo rato, así que se pusieron a conversar:

-Tú tienes tu abuelito –contaba la mamá-. Vive por allá. Yo soy de allá -y señalaba a lo lejos-. ¿No quisieras conocerlo? ¿Cuándo podríamos visitarlo?

El niño oso se entusiasmó, pero cómo descender desde la altura en que vivían.

-Seguro no podríamos -reconoció triste la mamá.

Entonces el osito hizo la prueba de bajar y pudo hacerlo. Descendió con dificultad, pero lo logró. A partir de ese momento se puso a practicar. Todos los días mientras el padre se iba de cacería, el pequeño oso bajaba y subía varias veces por el barranco desarrollando cada vez mayor destreza.

En cuanto llegaba el papá con la carne, disimulaba. Todos comían y se iban a descansar.

Una vez, el oso fue a traer carne pero desde lejos. Partió para un viaje bien largo. Aprovechando la circunstancia, el osito dijo a su madre:

-¿No podríamos ir a visitar a mi abuelito?

-¡Sí! ¡Cómo me gustaría! -se alegró ella, pero de inmediato sobresaltándose-¿Y como bajaría el barranco?

-No hay problema, mamá. Como yo ya sé subir y bajar, yo te bajaré cargando.

-¡Cómo me vas a cargar! Tú eres un niño. Capaz me sueltas. ¡De repente nos caemos! -agregó ella intranquila.

-No nos vamos a caer -aseguró el chiquito-. Tú sube nomás a mi espalda. No tengas miedo.

Entonces, la mujer trepó a la espalda de su hijo. El chico descendió felizmente sin tropiezos. Al pisar nuevamente el camino, la madre apuró feliz al chiquillo:

-¡Ahora si! ¡Vamos donde tu abuelito!

Se echaron a andar presurosos y cuando ya habían recorrido una buena parte, la mujer empezó a angustiarse:

-De repente tu papá nos alcanza y nos mata!

-No nos va a hacer nada mi papá. Yo me encargo de él -prometió el hijo-. Y si es necesario ¡lo mato!

Y siguieron caminando. Pero la muchacha siempre mirando hacia atrás, esperando temerosa ver al oso.

-Tu padre es muy veloz corriendo, si nos persigue, seguro nos atrapa.

-No te preocupes. ¡Pelearé con el! -la calmó el osito-. Si en la pelea yo muero se levantará una polvareda negra; y si muere él, una polvareda roja.

Justamente en ese instante el oso había retornado a su cueva y encontrándola vacía se arrojó veloz por el mismo camino que ellos habían tomado. Corría y corría para darles alcance. Madre e hijo ya habían avanzado mucho, cada vez se acercaban más a la casa del abuelo. Cuando en eso, voltea ella a mirar y lo descubre desesperada:

-¡Allá viene! ¡Seguramente nos va a matar!

-¡No nos va a hacer nada! Ya te he dicho -insistió el chiquito- Yo lo esperaré aquí y tú ve a mirarnos de aquel cerro- le pidió.

Entonces se encontraron padre el hijo y pelaron. Largo rato se trenzaron en dura lucha, alborotando la tarde, hasta que todo quedó en silencio. En medio del camino, la madre vio levantarse una polvareda negra.

-¡Aaay! ¡Aaay! ¡Ha matado a mi hijo! -se desbordó en llanto-. ¡En vez de él, me hubiera matado a mí! ¡Aaay! –continuó su lamento.

Sin embargo, el chico estaba vivo, había vencido.

Acercándose a su madre, la consoló devolviéndole la alegría.

Y partieron. Cuando llegaron, el abuelo lloro de pena reconociendo a su hija:

-¿Dónde has estado? ¿Dónde? ¡Hasta tienes un hijo!

Pero como el viejo la quería, la recibió y de esta manera se enteró de todo lo sucedido. Y se quedaron a vivir con él. Pasó el tiempo. El pequeño iba creciendo, creciendo hasta que se hizo un chiquillo. El abuelo se preguntaba:

-¿Qué va a ser de este niño? ¡Y todavía es varón! No se puede quedar así nomás, hay que hacerlo estudiar.

Entonces, lo inscribieron en la escuela y allí estuvo el osito. Pero inmediatamente empezaron las dificultades porque era demasiado fuerte para el resto de niños. Cuando jugaba con sus compañeros era tosco, sin querer los maltrataba. De un solo golpe por poco los mataba.

Los vecinos, los padres de los alumnos, se quejaban ante el abuelo y su hija. ¡Cuantos problemas tuvieron que afrontar! De modo que lo sacaron de la escuela y prefirieron mandarlo a pastar ganado lejos de los otros chicos.

Sin embargo, continuaron sus penurias porque para arrear a los animales les tiraba piedras, como cualquier otro pastor, pero lo hacía con tal fuerza que mataba ovejas, hasta a las vacas les hizo lo mismo.

La madre y el abuelo se encolerizaron:

-¿Qué haremos con este muchacho? ¿En qué otros líos nos va a meter?

-¿Cómo vamos a seguir así? Sólo daños sabe hacer. ¡Mejor lo mataremos!

Entonces le pidieron que tocara la campana y para eso tuvo que subir a la torre de la iglesia. Lo mandaron acompañado de un hombre. En eso que estaba tocando, el otro se acercó por detrás y lo empujó. Pero el muchacho logró sujetarse, se cogió fuertemente y no cayó. Más bien el que lo había empujado, con el impulso perdió el equilibrio y cayendo desde la altura, se mató.

Nuevamente la madre se angustió:

-¿Qué haremos con este chico si ni siquiera en la torre ha muerto? Mejor lo mandaremos por leña a la montaña, a ver si allí se lo come algún animal.

Y lo despidieron. Partió a la selva acompañado de un burro. Llegando, amarró a la bestia y se puso de inmediato a cortar leña. Mientras trabajaba, el jaguar y el tigre se comieron al burrito, de modo que al regresar ya no lo encontró. Viendo al jaguar y al tigre los amenazó:

-¡Carajo! ¿Cómo se han atrevido a comer mi burro? –y atrapándolos, los había domesticado.

Al amansarlos pudo cargar la leña sobre ellos y los arreó de regreso a casa. Allí explicó a su madre:

-Mamá, estos devoraron mi burro, por eso en ellos te estoy trayendo la leña.

La mujer no supo qué hacer; Buscó al abuelo y ambos comentaban:

-¡Ni siquiera en la selva han podido con él los animales!

-¿Qué haremos ahora si vuelve a hacer daños?

-¿Cómo vamos a matarlo?

Justo estaban en estas conversaciones, cuando un hombre que pasaba por el pueblo trajo noticias estremecedoras: En otra comunidad había aparecido un “condenado”; uno de esos espíritus pecadores que Dios hace regresar en cuerpo y alma para que pida perdón y alguien le haga pagar por sus pecados. El condenado se estaba comiendo a la gente. Nadie podía detenerlo. Todo el mundo tenía miedo. Estaban aterrados.

Entonces el joven oso pensó:

-Yo voy a ir a ese sitio. Yo voy a matar al condenado.

De inmediato emprendió el viaje. Preguntando, preguntando llegó al lugar.

-¿Dónde se esconde ese condenado que esta comiéndose a la gente? -averiguó.

Y le señalaron atemorizados: “En aquel pueblo”.

Se dirigió hacia allá, pero todo se veía desierto, abandonado. Buscó de casa en casa, hasta que efectivamente se topó con un condenado. Lo encontró tomando su “lawa”, una sopa bien espesa. Al verlo entrar, el condenado resopló:

-¿A qué has venido? ¡Ahorita te voy a comer! -y diciendo esto se abalanzó sobre el muchacho. Se dieron duro. Al final, con las justas, el joven llegó a vencerlo y lo mató.

En ese momento, el espíritu del condenado se convirtió en una paloma blanca que se alejó volando.

Entonces, el mozo comenzó a llamar a los del pueblo:

-¡Vengan! ¡No tengan miedo! ¡He matado a1 condenado que se los comía!

Se fueron acercando uno a uno, todavía un poco temerosos. Cuando estuvieron todos reunidos, la gente lo abrazó feliz, agradeciéndole. Y se quedó a vivir allí.

El hacendado del pueblo tenía una hija muy bonita y llegó a casarse con ella. Y así vivió como un rey que ordenaba todo.


***


El hijo del oso[ii]


Santos Pacco Ccama, comunidad de Usi (Quispicanqui, Cuzco)


Dicen que un oso se llevó a una chica a su gruta. Ella vivió allí mucho tiempo encerrada hasta que tuvo un hijo oso. Pasó así mucho, mucho tiempo. El hijo ya era fuerte y grandecito cuando, un día, le preguntó a su madre:

-Mamá, ¿dónde está tu casa? ¡Vayámonos de aquí!

Entonces la mujer le señaló al oso el cerro de enfrente y le dijo:

-Trae aquella vaca, la vamos a comer.

El oso se fue. La mujer esperó un momento a que se alejara y se escaparon. La gruta estaba cerrada con una roca grande pero el osito la abrió de un empujón.

Ya debían estar lejos cuando el oso grande los alcanzó. Le propusieron que fuera con ellos a vivir al pueblo.

Hicieron un puente arrancando gruesas ramas de los árboles y cruzaron el río.

Primero lo dejaron pasar al padre oso. El hijo venía detrás. Entonces, cuando llegó a la mitad del río, agarró a su padre y lo empujó al agua. El río se lo llevó.

El hijo y su madre llegaron solos al pueblo de éste. Ella lo llevó a su casa. Pero el niño crecía mucho. El chiquillo crecía y crecía rápido. El cura se había hecho su padrino. Apenas bautizado lo puso en la escuela.

Pero el niño mató a varios muchachos jugando canicas. Entonces la madre lo entregó a su compadre el cura quien, en adelante, se hizo cargo del niño.

Un día el cura les dijo a unos hombres:

-Cuando vaya a tocar las campanas, ustedes lo empujarán.

Y le ordenó al muchacho que subiera a la torre a tocar las

campanas.

Pero en el momento en que los hombres iban a empujarla, el hijo del

oso los agarró y los echó abajo como si fueran sapos. Luego le dijo al cura:

-No sé pues, padre, sentí como moscas que me estaban fastidiando, entonces los boté uno tras otro.

Esos hombres murieron al instante. Es que el hijo del oso era muy fuerte.

Después de eso, el cura buscó otra solución. Juntó algunas mulas viejas y le dijo al osito:

-Anda a recoger leña a la montaña.

El hijo del oso pidió que le preparara un fiambre. El cura se lo hizo y ordenó que les pusieran campanillas a las mulas. Pero le trajo mulas y caballos viejos e inútiles.

Tenía la esperanza de que algún animal lo devorara en la montaña.

El hijo del oso se fue pero las mulas desfallecieron en el camino. Entonces el hijo del oso las cargó hasta la montaña. Allí las soltó y mientras pacían fue a recoger leña.

Cuando terminó y fue a juntar las mulas, ya no quedaba ninguna. Las fieras las habían devorado a todas. Entonces fue a juntar a los osos, a los tigres y a las otras fieras, cargó la leña encima de ellos, les colgó las campanillas y ¡zas! los llevó ante el cura.

-¿Por qué has hecho esto? -le preguntó el cura.

-Padre, se habían comido nuestras mulas. -contestó inocentemente el hijo del oso.

-Apúrate, Ilévalas enseguida adonde las has encontrado. -le ordenó el cura.

Entonces el hijo del oso las llevó a la entrada del pueblo y las echó

de ahí a latigazos.

El hijo del oso seguía viviendo ahí. Un día, el cura se enteró de que en otro pueblo un condenado estaba devorando a la gente y estaba a punto de acabar con todos sus habitantes. Entonces le ordenó al hijo del oso que fuera a ese pueblo. Éste le pidió:

-Padre, mándame hacer un muñeco de madera.

El cura se lo mandó hacer y le dio un hombre como ayudante. Le preparó su fiambre y el hijo del oso se fue a ese pueblo. Y en efecto, un condenado había acabado con todo el pueblo y había devorado a toda la gente. El hijo del oso llegó, tocó una puerta y nada, otra puerta y nada.

Tocó otra puerto todavía y ahí encontró a una señorita, la única persona que quedaba en el pueblo. Esa señorita lo hizo entrar. Le habrá preparado de comer, no sé.

Más tarde, al anochecer, el osito fue a la iglesia a tocar las campanas. En eso el condenado lo atacó. Pelearon duro. Por momentos el condenado estaba por ganar pero luego el hijo del oso lo hacía retroceder al condenado. Mientras el hijo del oso descansaba, peleaba el muñeco de madera. Después de un breve descanso, el osito volvía a la pelea.

Cuando por fin el gallo cantó, el condenado dijo:

-Tú vas a ser mi salvador, me vas a matar, por lo tanto te entrego estas llaves.

Y se las dejó al hijo del oso. Al rayar el alba éste mató al condenado. Luego lo habrá enterrado, no sé. Regresó al pueblo de su madre y los llevó a ella y al cura a su nuevo pueblo donde se quedaron a vivir. Ahí termina el cuento.


***


Juan Oso[iii]


(?) Patricio Góñaz Mas, Quinjalca. (Chachapoyas, Amazonas)


Voy a contarles un cuento sobre algo que pasó en los tiempos antiguos. En esta vida no podemos decir si se trata de algo cierto o no. Pero les voy a contar el cuento.

Dicen que, en los tiempos antiguos, un oso vivía con una cristiana, con una mujer.

Mientras andaba viviendo así, sucedió que la mujer quedó embarazada. Al nacer su hijo, dicen que el oso se arrepintió. Se preguntó cómo él, siendo animal, podría criarlo. Pero, como era valiente y orgulloso, reconoció a su hijo.

Su hijito andaba creciendo y por ser animal del monte, era atrevido e incorrompido, según dicen. No hacía caso ni a su madre ni a su padre. Al castigarlo su padre dos veces, le obedeció. Pero, cuando estuvo un poco más grande, se colgó al cuello de su padre. Se empujaron el uno contra el otro. Después de eso, su padre lo dejó en libertad.

Y el muchacho era tan atrevido que, según dicen , se metía en todas partes, en todas partes. Mataba de un solo golpe a quien lo fastidiaba. Era tan terrible que las autoridades le prohibieron comportarse de esa manera. Y mató al gobernador diciéndole:

“¿Por qué te metes?”.

Así lo dejaron tranquilo.

Y el muchacho tenía la maña de subirse a la torre de la iglesia para tocar las campanas. Tenía este defecto de ir a jugar allí. Era tan liso que amedrentó a las autoridades que decían:

“No podemos impedirle que haga eso. Lo mejor es asustarlo. Vamos a poner a un hombre en la entrada de la escalera que sube a la torre, un hombre amortajado como un cadáver.

“¡Es la única manera de asustarlo!”

En efecto, el muchacho volvió a ir a la torre para jugar en el campanario. De repente, ¡paj! lo encontró. En la escalera de la torre yacía un hombre. El cadáver de un hombre amortajado yacía allí.

Llegó, se detuvo, le dijo: “¡Quítate para que pase!”.

El otro, que yacía como un muerto, no le contestó. Cuando le dijo: “¡Quítate para que pase”, todo permaneció en silencio.

Lo hizo rodar hacia un lado, hacia abajo, y luego subió al campanario. El hombre se quedó tirado allí. El muchacho tocó la campana hasta hartarse.

Desde arriba, el oso tuvo ganas de orinar. Entonces, dijo: “¡A ver, si está vivo o muerto!”. Y cuando le orinó... y cuando le orinó en la cabeza, el otro se incomodó. ¡Wiss! se movió.

Cuando el cadáver se movió a fin de evitar la orina del oso, éste se puso alerta: “Ah, te veo; ¡parece que no estás muerto!”, le dijo. Llegando al lado del cadáver, le dijo: “¿Estás vivo o muerto?”.

Dicen que ¡wiss! se movió.

“Ah, entonces, ¡no estás muerto!”, le dijo, y ¡chang! le dio un golpe y también a éste lo mató.

Y al seguir comportándose de esa manera, se topó con su padre en una ocasión en que éste había regresado a casa de su madre. Entonces, le dijo a su padre: “Ahora, ¡o tú o yo vamos a morir!”.

Su padre, como era un oso astuto, a fin de dominarlo, hizo rodar una piedra enorme hacia el interior de la cueva y, así, la tapó. Y el muchachito agarró sin esfuerzo la piedra y ¡kwip! la tiró contra su padre y lo mató. Y él mismo siguió con vida.

Siguió siendo tan valiente y orgulloso y de un comportamiento tan lisito. Por eso, las autoridades lo enviaron como mensajero a una pascana. Mientras dormía, oyó una voz que decía: “Caeré”. Como la voz seguía repitiendo: “Caeré caeré”, al oso le dio rabia.

“¿Quién eres”, dijo. No contestó nada.

Mientras que la voz que le perseguía diciendo: “Caeré, caeré” se aproximaba, al final, el oso le dijo: “¡Cállate de una vez!”. ¡Shalalal! cayeron al suelo una gran cantidad de huesos.

Acordándose de la rabia que la voz le había causado, se puso a golpear todos los huesos que habían caído.

Cuando acabó de reducirlos a polvo, se transformaron en un cuerpo humano enterito. Entonces, sacando una barra de hierro, con ella quebró el cuerpo y lo tiró.

Entonces, salió una palomita y el cuerpo humano se fue al cielo.

Así, se salvó de ese mal paso. Ya no mató al hombre. Se cuenta que al morir no siguieron en ese sitio.

***


[i] Granadino, Cecilia. Cuentos de nuestros abuelos quechuas. Recuperando la tradición oral. WASAPAY, Lima 1993.

[ii] Itier, César. Karu ñankunapi. 40 cuentos en quechua y castellano de la Comunidad de Usi (Quispicanqui- Cuzco). CBC, IFEA Cuzco 2004.

[iii] Taylor, Gerald. La tradición oral quechua de Chachapoyas. IFEA, Lima 1996.